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Una estrategia vital en sentido doble. La cultura permite que el hombre se adapte a su entorno, y viceversa: le permite adaptar lo que le rodea a sus necesidades y proyectos. Como animal social, el ser humano ha interactuado con sus pares generando códigos, signos, leyes o tradiciones que le ha ayudado a interpretar la naturaleza y a organizar la realidad. Hoy, ya con el acuerdo científico cerrado sobre la unidad del bagaje genético de la especie —superados quedaron los presupuestos sobre las diferencias biológicas y el concepto de raza—las sociedades, y dentro de ellas los grupos que las componen, definen sus identidades, sus ritos, sus conductas existenciales en términos culturales.
En palabras de Cuchè:
La naturaleza en el hombre está totalmente interpretada por la cultura, con lo cual, no hay nada puramente natural en él; a contracorriente de lo que se suele creer: ni siquiera las funciones humanas que responde a necesidades fisiológicas, como el hambre, el sueño, el deseo sexual, carecen de un formato cultural.
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